top of page
  • Katuetxe Hernani

Un nuevo amigo en la familia

Aquí os traemos al ganador del II. Concurso de Relato Corto en la categoría Juvenil. ¡Enhorabuena a la ganadora!


Todos nosotros somos unos puntos insignificantes en este universo. De alguna forma, tienes que aliarte con algunos puntos más para destacar y no ser atropellado por la multitud. Una vez encontrado ese punto, todo cambia. Ese punto, ese amigo del que no te vas a poder separar puede ser una persona, con dos piernas y dos manos. Pero, en muchos otros casos, incluido el mío, ese punto es una bolita de pelo, con cuatro patas y bigotes.


Siempre hemos tenido gatos en casa. El primero fue Telmo, antes de que naciera, después Misti, un gato marrón con manchas negras y ojos tan brillantes como dos esmeraldas. Luego, Bizi, una gata preciosa, ágil y de pelo blanco como la nieve, coronado con dos ojos de un azul eléctrico. Cada uno de ellos tenía su propia historia, y cuando los adoptamos pocas veces pensamos en todo lo que han podido sufrir, por eso, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para hacerles sentir en casa. Y por último, Niko, el protagonista de esta historia.



Salí del colegio con mi hermano, como todos los días. Divisamos a lo lejos un Mercedes gris, el coche de mi madre. ¿Por qué? El que nos venía a recoger era mi padre. Nos acercamos con una gran sonrisa, porque, tenía que ser algo especial para que viniera y efectivamente, nos dijo que tenía una sorpresa que nos encantaría a los dos.


Llegamos a nuestro destino, un local, no muy grande. Una clínica veterinaria. Instintivamente, me giré hacia una mancha blanca, un gato. Al lado, una mujer, joven, nos cuenta la historia del felino, todo por lo que ha pasado. Lo abandonaron, lo volvieron a adoptar y se cansaron de él. Nada ni nadie merece sufrir todo ese dolor, esa sensación de rechazo.


Era muy cariñoso. No nos conocía, éramos unos desconocidos, sin embargo, se acercó y empezó a ronronear como si nos conociera desde siempre. Estaba feliz, al igual que yo, en ese momento supe que él había encontrado su verdadero hogar. Su nombre era Niko, tenía el pelo blanco con unas preciosas manchas oscuras. Sus ojos, azul cielo, reflejaban tanta tranquilidad.


Pasaron un par de días, cada noche se subía a mi cama y dormíamos juntos, no era para nada asustadizo. Y justo en ese instante, observándolo dormir, me recordó a nuestro antiguo gato. Me di cuenta de cuánto se parecían. Los dos eran muy cariñosos, les encantaba jugar y corretear de un lado para otro, pero, los que más destacaba era que los dos estaban locos por la comida.


Al final, se convirtió en una rutina, llegaba a casa y en seguida Niko venía corriendo a saludarme. Nos pasábamos la tarde juntos, yo estudiando y él a mi lado, durmiendo. Pero no era una rutina aburrida y ordinaria que todos nos imaginamos al escuchar esa palabra. Era y sigue siendo algo maravilloso. El amor de los animales es incondicional, no piden absolutamente nada a cambio, pero ellos te lo dan todo.


Jugábamos mucho, le encantaba su pequeña pelota. Una vez, le hice una pelota de papel Albal. No se despega de ella. Da igual que juguete le compres, siempre lo ignorara y seguirá jugando con la pelota.


Me costaba un gran esfuerzo no pensar en el día que él no estuviera. Evitaba aquel pensamiento a toda costa, pero no siempre lo conseguía. ¿Qué haría entonces, cuando se fuera? Al principio, cuando ese pensamiento se me pasaba por la cabeza, no podía quitármelo en un largo tiempo. Pero, con el paso del tiempo aprendí a controlarlo. Aprendí que no todo dura para siempre, y lo acepté. Eso me hizo mucho bien.


Pasaron los días, las semanas, y cada día me daba cuenta de cuanto lo quería.


Mucha gente que no ha vivido esta experiencia, esta experiencia de compartir tu vida con un animalito. Creerán que es imposible querer a una mascota tanto como a una persona, pero, eso es más que posible.

43 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page